Las turbas que alientan las redes sociales

¿Por qué la gente podría llegar a afirmar que el gobierno busca esparcir el virus?
18 mayo, 2020
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En las últimas semanas el Estado de México ha brindado al panorama noticioso nacional varias estampas bastante significativas: Primero, la turba irrumpiendo en el Hospital General “Las Américas”, en Ecatepec, al grito de “los están matando”, sugiriendo que el personal médico inyecta algo a las personas para que mueran y luego señalar que fue por COVID.

Luego, la muchedumbre congregada con el repique de las campanas en San Mateo Capulhuac, municipio de Otzolotepec, destrozando patrullas y golpeando a servidores públicos bajo la consigna de que estaban esparciendo un gas con el coronavirus, cuando lo que habían acudido a hacer era sanitizar las calles. También está el caso de las agresiones contra la policía municipal en Almoloya de Juárez por grupos de personas que los acusaron de acudir a esparcir el virus. En ese mismo municipio, en la comunidad de San Miguel Almoloyan los vecinos inclusive se organizaron para montar guardia en pozos y cuerpos de agua de la localidad convencidos de que por la noche elementos de la Marina acuden a envenenarlos con el covid-19.

En todos estos casos donde se han presentado estos botones de muestra hay varios elementos comunes: dispositivos electrónicos conectados a redes sociales, información falsa y alarmista


Y en Villa Victoria, una turba de no menos de 500 personas, quemaron una carroza que acudiría a cubrir un servicio funerario, alentados por el rumor de que trasladan cuerpos con el coronavirus y contagiarían a la gente. Y qué decir de las rondas nocturnas de vigilancia en zonas mazahuas del norte de la entidad, pertenecientes a municipios como San Felipe del Progreso, San José del Rincón, Temascalcingo y otros, donde gente armada con machetes, palos, piedras y herramientas de trabajo montaban retenes e impedían el paso, pues estaban a la espera de caravanas militares que ellos aseguraban acudirían a esparcir el virus del covid-19.


En todos estos casos y en varios más donde se han presentado estos botones de muestra hay varios elementos comunes: dispositivos electrónicos conectados a redes sociales, información falsa y alarmista, rumores vecinales y lo más grave –creo yo- la convicción de que el gobierno busca perjudicar a la población. ¿Por qué alguien podría dar credibilidad a un audio difundido en cadena por WhatsApp en el que se asegura que la Marina esparce el virus con el fin de contagiar a la gente? De igual manera ¿a qué se debería la convicción de que personal municipal que acude a una comunidad a fumigar más bien está contaminando las calles con un gas virulento? O, dicho en otras palabras, ¿por qué la gente podría llegar a afirmar que el gobierno busca esparcir el virus? Creo que es por la poca confianza en la autoridad, en las instituciones, en las figuras de los servidores públicos a quienes ven como enemigos de la gente. Claro que los elementos detonantes de las expresiones en contra de la autoridad son la información falsa, los rumores y la irracionalidad que caracteriza a las multitudes. Pero, insisto, hay un muy frágil estado de equilibrio entre la población y sus gobernantes que puede cargarse hacia la desconfianza e incluso a la acusación.

Recuerdo que, en este mismo espacio, a principios del año 2017, luego del alza en el precio de las gasolinas, en los tiempos del gobierno de Enrique Peña Nieto, dábamos cuenta del saqueo de al menos 681 tiendas, entre el 4 y el 6 de enero de ese convulso inicio de año. En aquel momento comentábamos que los saqueos fueron efectuados por gente que –se supone- protestaba por el incremento en los combustibles. Pero reflexionábamos en aquella ocasión que más bien debería ponerse atención en el hecho de que es tan frágil el orden social que un pequeño chispazo hacía estallar a la gente. En aquel episodio de hace más de tres años también por la vía de Facebook, Twitter y WhatsApp corrió la información que alertaba de los saqueos y que alentaba a seguirlos realizando.

La lucha ya no es contra un emergente ente biológico invisible llamado coronavirus (del que incluso llega a sugerirse que no existe), pero en contraste, se teme a que haya quien lo esté esparciendo de forma deliberada


Hoy en el marco de la pandemia global por el virus SARS-Cov-2, las noticias falsas han alcanzado dimensiones inimaginables. De eso hablábamos ya la semana pasada aquí mismo, pero hoy hace falta detenerse un poco a pensar en lo que está detrás de estos episodios ya referidos, específicamente en lo que toca a la relación gobierno-población. En los episodios ya descritos no se trata de actos políticos de protesta (al menos no hay información al respecto de alguna consigna o reclamo a la Secretaría de Salud y el manejo de la epidemia), sino de acusaciones directas contra un “enemigo”, que acude a contaminar las comunidades con el coronavirus y al que ellos pretenden hacerle frente. Lo trascendente es que en la mayoría de los casos ese “enemigo” de las comunidades se ve encarnado en la autoridad o servidor público, bajo la figura de médico, enfermera, policía municipal, elemento del Ejército, de la Marina, o de brigadista sanitario del Ayuntamiento.

Y, entonces, la lucha ya no es contra un emergente ente biológico invisible llamado coronavirus (del que incluso llega a sugerirse que no existe), pero en contraste, se teme a que haya quien lo esté esparciendo de forma deliberada. Por muy irracional, ilógica y hasta contradictoria que pudiera parecer la conducta de la gente en los episodios ya descritos, hay varios elementos que articulan su proceder. Es verdad que hay quien sostiene que el coronavirus es un invento (de los chinos, de Estados Unidos, del gobierno lopezobradorista, etc.) que no se trata de algo normal, por ello mismo puede llegarse a sostener que detrás del invento hay un fin perverso de perjudicar a la población general. 

Estos elementos caben muy bien en una narrativa que se esparce vía redes sociales (sobre todo WhatsApp y Facebook en los casos descritos) con audios y videos que devuelven a la gente algo que refuerza su sentir: el gobierno va a hacer cosas para esparcir el virus. No hace falta argumentar por qué las instituciones podrían operar algo así (en la lógica de la gente eso sale sobrando, pues ya dan por descontado que el gobierno avanza en un carril distinto al de la población), pero si alguien del pueblo (porque en los audios habla alguien que trabaja en la policía o en la marina o el ejército o que tiene un conocido ahí) alerta, debe atenderse su llamado. 

Desde luego, no hay elementos racionales, lógicos o verosímiles que soporten una pregunta seria sobre esta narrativa. Pero es un hecho que entre mucha gente sí resulta creíble y ello deriva en auténticas oleadas de información vía redes sociales que están ocasionando daños y lesiones a algunas personas. En cualquier momento podría derivar en un linchamiento, una privación ilegal de la libertad o algún otro delito grave. Es algo sobre lo que hay que poner atención y cada uno de nosotros hacerse responsable de lo que publica, comparte y afirma, pues lo que comienza como una broma, un lugar común, un chiste o una ocurrencia en torno del COVID-19, del manejo de la pandemia, de los hospitales y el personal médico, luego comienza a tomar fuerza hasta derivar en turbas que queman, destrozan, agreden y puede llegar a matar. La información es muy poderosa y su uso es delicado, pero hoy está administrada con clics en las opciones de las redes sociales. Ante cualquier información, deberíamos pensárnosla dos veces antes de dale “compartir”.

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