Luis Videgaray no se deshizo de su “Casa Blanca” de Malinalco, como todo mundo pensaba. El hombre que algún día se sintió dueño del poder en México sentirá que el agua le llega a los aparejos, pero no se deshace de la casa HIGA en el club de golf, su familia sigue disfrutándola recurrentemente los fines de semana. Eso lo describe de cuerpo entero. Es un descarado.
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Un grupo de priístas retirados, entre ellos dos exsecretarios Generales de Gobierno, un exrector y un ex presidente del PRI, se reúnen recurrentemente en tertulias en las que socializan, hacen negocios y confabulan políticamente en contra de quienes consideran sus adversarios políticos. Los cuatro traen sed de venganza, no buscan quién se las hizo, sino quién se las pague. La cuarteta toca las puertas de algunos operadores de MORENA para ofrecerles sus servicios. ¿Imaginan de quién se trata?
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La Auditora Superior del Órgano Superior de Fiscalización, Miroslava Carrillo, está tomando con toda seriedad y responsabilidad –quizá como nunca se había hecho en el cargo– de poner orden en el órgano de control y vigilancia para hacer que verdaderamente funcione el sistema de rendición de cuentas. Le dejaron un tiradero, pero no se arredra. Lo menos que merece la distinguida toluqueña es el beneficio de la duda.
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Ahora sí parece que están creadas las condiciones políticas necesarias para que se homologue con la ley local con legislación federal de matrimonio igualitario, una larga lucha de años. También es posible que los diputados locales avancen en la despenalización del aborto. Ahora sí, empieza a notarse que ese poder es controlado por la izquierda
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La columneja debe reconocerlo, cometió una falla profesional terrible, no confirmó la información como debe ser y terminó difundiendo una mentira. Vergonzoso y lamentable. La encuesta sobre preferencias electorales en Toluca que aquí se reprodujo, resultó un bulo. Massive Caller, que regularmente nos envía los resultados de su trabajo, se ha desmarcado, falsificaron su papelería. Fuimos engañados como bobos, pero eso no aminora nuestro fallo. Una disculpa a los lectores, asumimos la consecuencia. Preservaremos la confidencialidad de la fuente, aunque queda claro que no es digna de confianza. A los compañeros con quien se compartió el documento apócrifo, estamos obligados a ofrecerles también una sentida disculpa. ¡Ay, Ernesto!