Desde los estribos adolescentes de quien esto escribe, Vargas Llosa ha tenido siempre una repercusión especial. Quiero aclarar, antes de empezar, que ni comparto ni defiendo sus posturas políticas: valoro su labor como narrador, simplemente; eso del “escritor comprometido” lo dejaré para otra ocasión.
Una vez dicho lo anterior, procederé a reseñar la más reciente novela del Nobel peruano, “Tiempos recios”: ubicada en la Guatemala de mediados del siglo XX, la novela inicia revelando una anécdota que incluye a Edward L. Bernays y Sam Zemurray, el apóstol de la publicidad y las relaciones públicas y el dueño de la United Fruit, respectivamente. Ahí descubrimos que esta compañía, renuente a pagar impuestos y permitir sindicatos en el país centroamericano, organizó una campaña para hacer creer al pueblo estadounidense que el comunismo estaba llegando vía Juan José Arévalo, presidente que buscaba modernizar y sacar de la pobreza a millones de guatemaltecos.
A partir de ahí, la novela empieza a construirse con diálogos entre y anécdotas de los orquestadores de un golpe de Estado para derrocar no a Arévalo, sino a Jacobo Árbenz, presidente a quien la CIA y los Estados Unidos habían puesto en el poder tras remover a aquél, pues también les resultaba contrario a sus intereses. Y, para no variar, Castillo Armas, quien quedaría como dirigente tras la deposición de Árbenz, es asesinado. Los tres dignatarios separados, de una forma u otra, del poder, bajo la amenaza (la mentira, diría el autor) de que permitieron la entrada del comunismo soviético al “patio trasero” norteamericano.
Calificada por muchos críticos y lectores como la mejor novela de Vargas Llosa desde “La fiesta del chivo”, para quien esto escribe sigue lejos, muy lejos, de las grandes glorias literarias que provocaron, en esos años mozos, la exaltación de la prosa del autor peruano. Así que, en resumidas cuentas, sí, es una novela bien hecha (el oficio de narrador de Vargas Llosa es impecable), pero si deciden solo leer una obra de él, elijan, por favor, “Conversación en la Catedral” o “La casa verde”.