Desabasto, el principio de un incierto fin

Quienes visitan este mercado estatal lo hacen de prisa y casi sin saludar
22 marzo, 2020

Desde temprano en la Central de Abastos comienza la actividad, se estima que al día 40 mil personas recorren sus pasillos, sus naves y bodegas en búsqueda de los mejores precios, ahora todo ha cambiado.

Quienes visitan este mercado estatal lo hacen de prisa y casi sin saludar a sus marchantes, con quienes hace unas semanas compartían bromas de los “chingados chinos”.

Las ventas de los comerciantes han disminuido considerablemente, “sin gente no hay ventas” es la ley que todos los que laboran aquí han aprendido a la mala. Quienes más lo notan son los vendedores de materias primas, pues sus ventas han caído hasta en un 50%. El COVID-19 ha impactado directamente en sus bolsillos y sin embargo son contadas las personas que portan cubrebocas tanto adentro como afuera del mostrador.

En el transporte público el panorama es similar, las empresas encargadas de mover esta ciudad han comenzado a reducir sus corridas, son pocas las unidades que mantienen circulando. Uno que otro chofer usan cubrebocas, medida inservible ante su permanente contacto con las monedas del pasaje, monedas que han empezado a faltar a las familias de estos choferes al igual que en la de los comerciantes.

El atraso en el sistema de transporte público del Estado de México es evidente en las calles, lucen tristes, les falta vida, a ellas ya nadie quiere acompañarlas. Quienes no pueden dejar de usar los camiones lo hacen más serios que de costumbre y mirando recelosamente a quien estornuda, casi ninguno de los usuarios porta cubrebocas y sólo un par de mujeres de mediana edad comparten un mini envase de gel antibacterial.

Los cajeros siguen abiertos, pero la tensión entre los clientes crea más impaciencia que la observable normalmente en estas largas filas. La indicación de mantener una distancia entre cada cliente se replica a lo largo de la fila, pero se pierde poco a poco. En los comercios del Centro Histórico de Toluca el ambiente es distinto, los asientos están más separados que de costumbre y los turnos son ágiles, los dueños de los negocios han ordenado a sus empleados entretener a la gente el menor tiempo posible, ellos deben aguantar la emergencia en su puesto, si no trabajan no cobran.

Las calles continúan con vida y en los puentes elevados se confirma que el aire comienza a verse menos gris. Los cambios en hora pico ya son perceptibles, pero sin duda es dentro de los centros comerciales, mercados, plazas y parques, donde se ve la diferencia. Las cadenas comerciales mantienen unas pocas las cajas registradoras abiertas, gel antibacterial en el acceso, ajetreo del personal de limpieza, empleados resurtiendo y un número cada vez mayor de clientes con tapabocas es algo que se repite en diversos supermercados, la poca cantidad de ciertos productos también es una constante.

La ciudad se va apagando poco a poco, negocios cerrados, eventos cancelados… al mismo tiempo que Toluca pierde el color de sus calles toma un respiro de su ya cotidiano caos. Sin embargo, todo es una simulación, la fase 1 de la contingencia parece alejarnos de escenarios más dramáticos, como el Italiano, pues miles y miles de personas continúan con su vida con normalidad, algo recomendable mientras ésta se de dentro de las cuatro paredes de nuestras casas.

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