Unas genuina, extraordinaria e inusitada pasión por la literatura: así definiría la vocación de Enrique Vila-Matas al evocar tantos autores, tantos textos y tantas experiencias literarias en “El mal de Montano”, novela escrita hace casi dos décadas pero que, al día de hoy, sirve perfectamente para ondearse como la bandera que defiende el valor de las bellas letras, siempre acosadas, siempre atentas a impedir que sus enemigos y detractores declaren su muerte.
Coincido con el crítico Felipe Fernández, de “La Nación”, quien señaló que, en esta narración, “Enrique Vila-Matas comente, con pericia e ironía, el desmantelamiento de todo andamiaje narrativo convencional”; los caminos que se bifurcan, para luego reencontrarse y volver a partir a costas ignotas, entre Rosario Girondo (matrónimo, que no pseudónimo, con el cual firma el narrador, quien padece el mal de Montano), su mujer, Rosa, y su amigo Tongoy, quienes recrean un mapa literario tan complejo como excepcional.
Nada más por no dejar, enumero algunos de los premios que obtuvo esta novela: el Herralde de Novela, el Prix Médicis, el Nacional de la Crítica, el del Círculo de Críticos de Chile y el Internacional Ennio Flaiano de Narrativa. Como sabemos, los galardones no garantizan calidad; no obstante, me queda claro que en esta ocasión coincidimos gratamente todos aquellos que nos dejamos seducir por un escritor que sabe germinar en nosotros “la enfermedad de la literatura”, esa pasión quijotesca y kafkiana por descubrir en los libros la puerta a un arte reformador y reconfigurador de nuestra vida, nuestro mundo, nuestra realidad.
Una deliciosa mezcla de novela, autoficción, diario íntimo, libro de viajes, ensayo… ideal para todos los amantes de la literatura.
