El mundo está enfrentando en estos momentos la amenaza de un virus que no es nuevo, sino que ha mutado y para el cual no ha desarrollado aún los medios para combatirlo, pero los va a desarrollar. Este, como los miles de virus que han acompañado la historia de la humanidad, será estudiado, controlado y combatido. No es el fin de la especie, no es el inicio de nuestra extinción ni el Apocalipsis, pues su índice de letalidad es bajísimo. El ingrediente adicional que tiene este episodio es la presencia de los medios digitales de información. Hoy la mayor parte del mundo se encuentra en posibilidades de conectarse a Internet y recibir por esa vía la información con base en la cual rige su comportamiento.
Uno de los términos que más se han “naturalizado” en los tiempos de la Internet es el de “viral”. Se habla de videos que se hacen virales, de que una grabación se viralizó, de noticias virales, etc. Sobre todo a través de las redes sociales, la gente esparce información de una manera similar a cómo un virus logra pasar de un organismo a otro en cuestión de segundos. Alguien con suficientes seguidores o “crédito” en las redes sociales crea una imagen y la publica, sus contactos y seguidores la comparten y en cuestión de horas esa imagen ya está en el celular, la tableta o la computadora de medio mundo. Eso es a lo que se le llama viralización de contenidos.
En torno del “Coronavirus” se han creado y diseminado vía las redes sociales tal cantidad de cosas que resulta casi imposible enlistarlas: memes, fotos truqueadas, documentos “confidenciales” filtrados, canciones, fakenews, instrucciones de las autoridades, discursos de políticos y un larguísimo etcétera. Todo mezclado. No importa la veracidad o no de los contenidos, se comparten y en cuestión de horas se convierten en trending topic. Este fenómeno comunicacional corre de manera paralela al comportamiento real del virus, pues mientras éste ha alcanzado a unas 180 mil personas (contagios oficiales, según la OMS, al momento de escribir estas líneas) los contenidos han llegado a miles de millones.
Prendados del celular o la computadora, los internautas reciben a cada minuto decenas de contenidos relacionados con el coronavirus. En términos comunicacionales, esos trending topic pueden estar armados por mensajes que tengan un fundamento en la realidad, pero también pueden estar construídos artificialmente; o sea, pueden ser un mensaje sin referencia, un “mensaje transcontextual”, que no admite ni reclama contrastación empírica alguna. Lo importante es su verosimilitud (que lo demos por cierto) para hacer que fluya de manera profusa.
Los mensajes que mueven a la indignación son los que más se replican en las redes sociales y a los que más se les da crédito. Esto significa que, si uno publica un mensaje respecto a que una autoridad “está ocultando información sobre el virus”, es mucho más probable que lo repliquen otros a que si lo que hace es publicar medidas para prevenir el contagio. Esta es la razón por la cual los ríos de información que se han generado a partir del coronavirus están más llenos de transcontextos (creaciones virtuales) que de información que proporcione contexto y dimensión real a las cosas.
Hoy pareciera que la gente está clamando porque el gobierno mexicano suspenda clases, cancele eventos, posponga actividades, cierre fronteras, decrete un suicidio colectivo o algo cercano a eso. Las olas de indignación que se han formado en torno a información transcontextual en las redes sociales a propósito del coronavirus tienen una característica que es necesario subrayar: son efímeras, inestables, no pueden tener más que una corta duración, se disolverán en cuanto llegue un nuevo trending topic.
Por esta razón vale la pena subrayar que no es lo más conveniente dejarse guiar por esas olas de indignación y tomar medidas desesperadas, cuando lo que hace falta es organizar y apegarse a un plan de acción que reúna la voluntad y cooperación de todos (en los hechos) para contener la propagación de un virus que, más que acabar con la mitad de la población, lo que podría generar es saturación del sistema de salud, desabasto, compras de pánico, paralización de actividades económicas, desempleo, devaluación. Acuérdense de 2009, y háganle menos caso a Facebook y a Twitter, por favor.
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